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Nos hacemos eco de esta semblanza, escrita por el jesuita Fernando Motas, donde explica la amistad que le unió con quien fuera director de Radio ECCA entre 1975 y 1992.

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P. LUIS ESPINA CEPEDA, S.J. 

        Almonte (Huelva) 24/01/1939 – Málaga 08/12/2021

Conviví durante 16 años con Luis (1976-1992) en una pequeña comunidad en el barrio de La Isleta de Las Palmas de Gran Canaria. Él era Director de Radio ECCA (sustituto del fundador Francisco Villén) y, luego de la transformación jurídica, Director General de la Fundación ECCA. Desarrolló la idea carismática de Villén en la sólida institución que es hoy, implantó el sistema ECCA en la Península, América Latina y la inició en África. Su enorme capacidad de gestión la siguió desarrollando en las Escuelas Profesionales SAFA, en la Fundación Loyola y como Provincial de la Provincia Bética (y desde ahí impulsando la creación de una Universidad de la Compañía en Andalucía).

Como gestor todo lo hizo bien, pero “no se lo creyó” . Siempre fue más hombre de escucha y de consenso que de decisiones. Solía decir: “yo lo mejor que tengo es ser de pueblo”; y no de cualquier pueblo sino almonteño, es decir rociero y también cabezón dicho en el mejor sentido de la palabra. Sin ser un revolucionario “tiratapias” cuando veía una causa justa allá que iba sin miedo. Estando en Inglaterra un verano de sus estudios teológicos, escribió un artículo para El Ciervo que causó el primer secuestro de un medio escrito bajo el amparo de la Ley de Prensa de Fraga. Y logró ser recibido para entrevistarlo por el pastor y líder político unionista de Irlanda del Norte Ian Paisley, quien al enterarse de que era jesuita lo sacó literalmente en vilo y lo puso en la calle.

De nuestra convivencia en Las Palmas destacaría su pasión pastoral: parecía que deseaba aparcar su trabajo de despacho para colaborar en las parroquias del barrio o, en sus vacaciones, sustituir a algún párroco de las islas menores (contaba como en el último rincón de la isla del Hierro se encontró a un jesuita ¡que cultivaba violetas!). Cuando acabó su última etapa como gestor en la Fundación Loyola se entregó en cuerpo y alma a lo suyo, a preparar y dar Ejercicios: en menos de diez años dio más de noventa tandas. 

Su trabajo en ECCA le obligaba a viajar mucho; normalmente más de un tercio (a veces la mitad) de los días del año los pasaba viajando (y le encantaba contarle sus viajes al entrañable hermano Miguel Ramírez para picarlo a que dijera “no preguntes dónde están los de ECCA, pregunta dónde no están”). Y esas ausencias le hacían desear más volver a la pequeña comunidad; era profundamente hogareño y ansioso de pasar tiempo en casa, leyendo, conversando, celebrando juntos la Eucaristía.

Pero, para mí, fue sobre todo un amigo. Cultivador de la amistad y leal hasta sus últimas consecuencias.

Permítaseme terminar esta reseña con los versos de Miguel Hernández:

            A las aladas almas del almendro de nata te requiero

            que tenemos que hablar de muchas cosas

            compañero del alma, compañero.

Fernando Motas, S.J.

30-12-21

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